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Levantemos (más) el Levante

Un informe de Fedea atribuye a la inmigración el 60% del incremento medio del PIB valenciano entre 2000 y 2006. Así, esa comunidad rebasa la aportación que el colectivo de trabajadores extranjeros supone en el conjunto del país en el mismo periodo, que según el mismo informe supera el 38%. Ya otro estudio de la Oficina Económica de Moncloa cifraba esta contribución de la comunidad inmigrante a la creación de riqueza española en el 50%.
Pero hay dos detalles si cabe más positivos en el dato. Uno, que la renta per cápita de la Comunidad Valenciana no descendió durante ese proceso y otro, que el alza del PIB se basó fundamentalmente en la generación de puestos de trabajo. Ahora, el arco mediterráneo se adentra en un periodo económicamente más adverso y ya preocupa en algunos foros la acumulación de stocks de viviendas sin vender. La construcción pasa una mala racha en la zona y el colectivo inmigrante deberá emprender un trasvase hacia el sector servicios. En ese sentido apuntan las previsiones del Gobierno y los analistas. Algunos dicen que no es una reconversión fácil, pues los trabajadores de la construcción necesitan un periodo de aprendizaje para adaptarse a las tareas propias de la hostelería y servicios relacionados.
En cualquier caso, el Levante español ofrece grandes posibilidades en este aspecto, siendo el turístico uno de sus pilares básicos. Los datos hablan solos: la aportación de los inmigrantes a la Comunidad Valenciana no ha sido simbólica, ni mucho menos. Es responsable de casi dos tercios de la riqueza -llamémosla PIB- valenciana. Merece la pena establecer los mecanismos para que los desempleados de la construcción se reenganchen en la hostelería y servicios accesorios, donde ya gran parte de ellos vienen desarrollando su labor; merece la pena aguardar a que su proceso de adaptación se materialice y, cómo no, incentivar que puedan llevar a cabo sus propios proyectos. Que las crisis no paren los trenes. Habrá luz al final del túnel. Y los inmigrantes son una locomotora del crecimiento.

Milagro en Quito

Sólo sucederá una vez —como la entrada del euro—, pero la llegada de inmigrantes dispuestos a trabajar ha sido la clave del milagro económico español que comenzó en los años 90 y que todavía disfrutamos. En poco más de dos lustros, España ha sido capaz de integrar a casi cuatro millones de inmigrantes, que han realizado una adaptación modélica si la comparamos con realidades como la francesa, la alemana o la británica, auténticos polvorines de la no integración.
El cambio demográfico provocado por la llegada, adecuada en número, de inmigrantes ha hecho posible que se haya eludido una recesión a la que estábamos abocados y que, en apenas 10 años, las tasas de paro se hayan reducido en muchas comunidades a niveles que rozan el pleno empleo. La contribución de la inmigración a la generación de riqueza ha venido en buena parte de la mano de obra, pero también de un aumento del consumo, incluido de vivienda, otro de los motores.
Desde 1996, se han creado siete millones de empleos, de los cuales uno de cada tres ha sido ocupado por un inmigrante. Con tasas de actividad del 75%, frente al 55% de los españoles, seguirán tirando del mercado laboral.

Los inmigrantes con piso propio caen a la mitad

Si la entrada de inmigrantes -a razón de 600.000 anuales- ha servido para reactivar la economía y, entre otras muchas cosas, para garantizar las futuras pensiones, también ha provocado una precarización de la mayoría de los indicadores laborales, sociales y económicos que les afectan y una caída de las medias.Si bien han logrado impulsar el consumo, gracias en buena medida a la compra de vivienda, se puede constatar un freno de las posibilidades de compra de los nuevos inmigrantes y una caída espectacular de los extranjeros extracomunitarios con vivienda en propiedad en los últimos años.
Según los datos que recoge un estudio del Colectivo IOÉ sobre inmigración y vivienda, el 25,7% de los inmigrantes eran propietarios de su vivienda en 2001 frente apenas el 13% que lo eran en 2005.La afluencia masiva de los inmigrantes durante el primer quinquenio del siglo XXI ha favorecido fundamentalmente a los alquileres, una opción a la que recurría el 69% de los extranjeros en 2001 y el 77%, en 2005. La compra de vivienda para los inmigrantes es una opción a medio plazo. Apenas un 3% es capaz de comprarse un piso en los dos primeros años de estancia en España y, fundamentalmente, acude al subarriendo.
Otra de las consecuencias de la entrada masiva de inmigrantes no directamente vinculada a la oferta de empleo, tal y como reclaman empresarios y sindicatos, es la presión a la baja de los salarios reales. El Gobierno, reconoció recientemente, a través de Miguel Sebastián, ex asesor económico de La Moncloa y ahora candidato a la Alcaldía de Madrid, que los inmigrantes reciben sueldos un 30% inferiores a los españoles. Pero las distancias salariales no se dan sólo entre extranjeros y nacionales y se producen entre los propios inmigrantes, dependiendo de su situación. Los sin papeles, establecidos en la economía sumergida, cobran un 30% menos según Comisiones Obreras.
Las diferencias salariales de los inmigrantes regularizados con los españoles oscilan entre el 7% y el 16%, según el sindicato.En cuanto a la cualificación, según se desprende de un informe de Adecco, se constata que ha caído espectacularmente en apenas tres años, cuando un 27% de los inmigrantes vinculados a la ETT eran universitarios. Ahora apenas llegan al 9%.
La concentración de una buena parte de los nuevos trabajadores en sectores de bajo valor añadido ha provocado también un freno en la productividad, que en el mejor de los casos crecerá un 1% este año, y gran parte de los empleados tiene una vinculación laboral de carácter temporal. El aumento de la población - cuatro millones más desde 2001- ha provocado que la renta per cápita no haya progresado hasta los niveles idóneos y que en el último año haya iniciado una tendencia descendente.
Enrique Morales, en La Gaceta de los Negocios

Dos caras de la inmigración

Constanza lleva cinco años en España y sólo hace apenas unos meses ha conseguido la nacionalidad. Desde que llegó, ha trabajado en prácticamente todas las actividades, cobrando en algunas hasta un 30% menos que los nacionales. Hace un año, gracias a su capacidad de ahorro y a un préstamo, abrió un negocio de hostelería en el centro de Madrid, que no le va mal y en el que tiene tres personas contratadas. Constanza es uno de los nuevos trabajadores autónomos, un colectivo que mantiene vivo el mercado laboral gracias a la afiliación de extranjeros.
Constanza, de Bogotá, es paisana de Caridad, que en un solo año en España se ha casado, divorciado y conseguido la nacionalidad española. Empezó a trabajar, pero sólo seis meses. Ha sido una de los primeras en perder su empleo por la desaceleración económica.Son dos episodios de la inmigración, el fenómeno más positivo para nuestra economía junto a la incorporación a la UE y la adopción del euro. Los extranjeros han generado el 50% de los empleos de los últimos cinco años, han propiciado dos millones de nuevas afiliaciones y son responsables de la mitad del crecimiento del PIB desde 2001.Cada año se nacionalizan 17.000 extranjeros y ya hay 700.000 en esta situación. Prácticamente, la totalidad cumple rigurosamente con los duros requisitos y con la excesiva burocracia, pero también hay algunos que emplean subterfugios, como los matrimonios de conveniencia.
Es un nuevo negocio, el de las bodas por papeles. Hay españoles dispuestos al intercambio por 2.000 euros, menos de lo que cuesta un permiso de trabajo en el mercado negro. Uno de cada tres matrimonios civiles que se celebran son ya entre un español/la y un extranjero/a. Curiosamente, no son las nacionalidades extranjeras mayoritarias en España las protagonistas en estos matrimonios mixtos, en los que participan en un porcentaje muy importante dominicanos/as y brasileños/as. El divorcio exprés ha facilitado este boom de matrimonios efímeros. Los que duran menos de un año se han incrementado un 330%. Son dos caras de la inmigración. Es evidente que nos debemos quedar con la imagen que representa Constanza.

El 4% de las remesas mundiales sale de España

En las calles de Lima, Tetuán, Quito o localidades más pequeñas como la dominicana Compostela de Azua -con apenas 86.000 habitantes pero con una importante colonia en España- se nota el impacto de las remesas en el nivel de vida sus habitantes. Mejores automóviles, mayor consumo en restaurantes, en tiendas y supermercados, pero también precios más elevados por el incremento de la demanda.
Las remesas se han convertido en un factor clave para el desarrollo de numerosos países y superan ya los 240.000 millones de euros anuales, según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esta cantidad es equivalente a la riqueza de países como Arabia Saudí, Polonia o Noruega y prácticamente triplica la ayuda directa destinada al desarrollo de los países ricos. Es la auténtica globalización.
Sin embargo, la inversión de estos envíos no resulta del todo efectiva, sobre todo a la hora de consolidar un crecimiento sólido y razonable en los países receptores. A ello se une que los emigrados no aportan ingresos fiscales por su trabajo a los países de origen. Las remesas de los más de 150 millones de emigrados que hay en el mundo han contribuido a una reducción espectacular de los niveles de pobreza -el 80% están destinadas a la compra de ropa, alimentos o vivienda-, pero el incremento del nivel adquisitivo de las familias no aporta la suficiente mejora macroeconómica.
Hay mayor consumo, pero falta inversión e iniciativas emprendedoras.Pese a todo, en algunos países la creación de pequeñas empresas, sobre todo gracias a nuevas ideas que rompen con la dinámica de subsistencia del pequeño comercio tradicional de autoempleo, comienza a emerger. Las facilidades existen: crear una empresa en Perú supone apenas 70 euros y el papeleo se soluciona en apenas una semana. Son las naciones que saldrán beneficiadas de este contexto.Unido al impacto de las remesas más o menos positivo, se ha producido un alza de precios, que han podido amortiguar las familias receptoras de remesas, pero no toda la población. Se gana en euros o en dólares, pero se compra en pesos o soles, pero una vivienda con tres habitaciones que se compraba en el barrio de Miraflores de Lima por 15.000 euros hace cinco años hoy cuesta casi el doble.
Las monedas locales de algunos países se han apreciado de forma brutal en los últimos años, un perjuicio para la competitividad más acusado en aquellos países en los que las remesas suponen un mayor porcentaje del PIB. Es el caso de países centroamericanos como Honduras o El Salvador, con un peso de los envíos en su riqueza nacional superior al 15%, pero países como Ecuador o República Dominicana ya están expuestos a este riesgo. Son cifras que aportaba recientemente The New York Times a partir de un informe del centro de análisis Inter-America Dialogue.En España, la entrada de tres millones de inmigrantes ha contribuido, además del desarrollo económico de nuestro país, a que se disparen las remesas de inmigrantes a sus países de origen. Si el pasado año suponían en torno a 6.800 millones, el 6% del PIB español, este año superarán los 7.500 millones de euros, casi el 4% del total mundial y el equivalente a los PIB de Bolivia o Zambia.
España es el quinto país del mundo en envío de remesas, tras EEUU, Arabía Saudí, Suiza y Alemania.La regularización de 800.000 inmigrantes en 2005 ha disparado las remesas que se han visto incrementadas en más de un 60% y un 44% en países como Bolivia o Brasil, respectivamente. El efecto en la economía española de los envíos masivos es un déficit en la balanza de transferencias corrientes, que hasta hace apenas tres años se saldaba de forma positiva y que tiene un saldo negativo similar al importe de los envíos desde España.Un asunto pendiente son las altas comisiones, que oscilan entre el 3% y el 25% enviado que cobran las remesadoras, un sector con muy poca competencia a la espera de una mayor supervisión que vendrá de la Unión Europea y que pondrá bajo lupa el traspaso de fondos para actividades ilícitas.
El beneficio de las remesas se ha sobrestimado y no se han considerado determinados costes. Al ser un fenómeno relativamente nuevo, resulta necesaria una mejor gestión de los fondos para que resulten realmente positivas en el tiempo a los países receptores.
Enrique Morales, en La Gaceta de los Negocios
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